Un León en la nieve

Tuve una vez un sueño maravilloso, nunca lo olvidaré. Y al contarselo a una amiga llamada Victoria Rentería escribió lo siguiente. Espero lo disfruten.

UN LEON EN LA NIEVE

Caminé por largo rato. Mis piernas parecían estar entumidas, la nieve me llegaba a las rodillas. Una voz interna me pedía seguir, era tanta su insistencia que no sucumbí y continué mi búsqueda. ¿ Búsqueda ? Sí , no sabía qué era lo que buscaba en este blanco y solitario escenario. Por momentos pensé, "debo esta loca para caminar sobre la nieve por tanto tiempo, como sin rumbo, sin una meta establecida ".
Ahora que han pasado los años lo recuerdo y se me eriza la piel.
Seguí, el viento rozaba mi cara. Quietud, paraje níveo. De pronto y sin explicación alguna mi cuerpo no sintió frío, la nieve disminuyó y podía caminar con mucha más facilidad, me sentí ligera, feliz.
Toda la atmósfera cambió. Los sonidos eran como sordos y a la vez musicales. Algo llenó mi pecho, una sensación extraña, como cuando algo que nos preocupa de repente se esfumara.
Todos mis sentidos se vieron afectados. Mis ojos percibían colores que nunca hubiera imaginado encontrar en un lugar como ese. El blanco seguía predominando pero distinguí azules profundos, turquesas, violetas, verdes. Mis pasos eran ágiles como si pisara una gran y suave alfombra con destellos de cristal.
Una luz lleno todo y justo enfrente de mí vi. el árbol más bello y extraño. Uno de esos que tienen muchas ramificaciones, como brazos extendidos en diversas direcciones. Con un tronco que denotaba el paso del tiempo. Debió ser un árbol viejo y sabio.
En sus ramas reposaba un poco de nieve, la luz le proporcionaba destellos. A pesar de estar sin hojas jamás me dio la impresión de estar muerto, todo lo contrario. Este ser vivo imponía con su presencia, me transmitía serenidad, pero quería comunicarme algo. Me quedé mirándolo como hechizada. Es raro, lo sé, pero de alguna forma me atrapó. Me sumí en el instante , perdí toda noción de tiempo y espacio. Me sentí parte de un todo, unida a un todo. No me hacía falta nada, sólo era, existía.
Fue cuando él apareció . Del centro del árbol surgió el ser más inesperado.
Aún puedo sentir sus ojos azules viendo a través de mí, vislumbrando y desmenuzando mi alma. Era un gran León blanco de majestuosa apariencia. Sus suaves movimientos mostraban grandeza, sabiduría.
No sentí miedo, curioso, debido al tamaño y forma del ser. Cuando sí quedé estupefacta fue cuando escuché su voz, melódica, masculina, ese tipo de voces que te inspiran respeto.
Me habló de la vida, del sentido del ser y la búsqueda de la felicidad. De la necesidad del autoconocimiento y la bondad . Me dio consuelo, secó mis lágrimas internas y me hizo reflexionar. Me inundó de paz, de dicha. Vi hacia adentro. No recuerdo sus palabras con exactitud pero si esa sensación de plenitud y pertenencia. Me volví consciente de lo pequeños que somos en el Universo y al mismo tiempo de lo grandes que somos para concebir un cosmos como parte de nosotros.
Ambos sonreímos, su tierna mirada me dijo adiós sin palabra alguna, mis ojos se cerraron y caí en un sueño profundo.
Cuando abrí los ojos ya no había nada de lo anterior y al mismo tiempo había todo, tenía todo.
Desde ese día sé perfectamente a dónde voy y cada nuevo camino que tomo es una oportunidad. Llevo y llevaré ese día y esas palabras dentro de mí.
¿Sueño
¿Realidad ?
Ambos términos vagos y discutibles. Yo aquí estoy , él y su enseñanza viajan conmigo.